Las hileras de humo se veían desde el callejón del ciego
Entonces una mujer salió del portal con una palangana
Quería salvar la imagen que venera
Alguien grito desde el balcón
- déjala, totá pa lo que sirve
los chiquillos corrían detrás de los hombres
portan a un santo carbonizado
cantando antiguas retahílas blasfemas
nunca olvidadas por los tuyú desarrapados
monseñor fulcanelli se precipitó nervioso
hasta lo alto de la catedral
en su retina brilla las luminarias
la luz que arde en el interior de los instintos
extasiado acudió el recuerdo de sus años mozos
cuando siendo mona-guillo sintió el fuego
erotizado de sus mentores
entonces y ahora cómo no
vaqueros que galopan
y marcan a sus reses
miércoles, marzo 28, 2007
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